Conocida como la «Puerta de la Villa» o «Arco de Santa María». Es de estilo ojival, S. XIII, ligeramente apuntado, estilo muy utilizado en Europa durante los últimos tres siglos de la Edad Media. Estaba flanqueda por dos torres cilíndricas rematadas con almenas.
De las siete puertas que rodeaban la villa, esta puerta, la prinicipal es el único resto que se conserva en pié de la antigua muralla medieval, adosada al Matadero, puertas de San Juan, San Miguel, San Pedro, San Martín, San Pelayo, de todas ellas construidas en las proximidades de las iglesias, no queda resto alguno, como en el caso de San Miguel que todavía conserva parte del arco de sillería, con orientación al sur de la villa coincidiendo con el antiguo camino de Palencia.
Estaba esta muralla construida en su mayor parte en tapial y rodeaba el perimetro del pueblo con sus torres y almenas; varios portillos y puertas que daban acceso a ella.
Además de las puertas, había los llamados portillos de las cercas, cerrándose tanto las puertas como estos en épocas de pandemias y otras ocasiones. Así vemos en un libro de acuerdos de 1596, se ordena:
«…se cierren las puertas de las rondas y los portillos de las cercas; los parroquianos de cada parroquia la suya, por turno, so pena de seis días de cárcel y 33 mrs. de pena.»
Estas puertas adquirían un gran valor de protección en casos de guerras o enfermedades contagiosas, impidiendo que éstas se difundieran. Para el control de sus portones existía la figura del «guardián», ya que bajo su responsabilidad quedaba la entrada y salida de personas. Cuando no realizaba bien su cometido según las ordenes marcadas, eran penalizados con una multa de 10.000 maravedíes o 200 azotes, o incluso la pena de muerte, tanto al guardián como a la persona o personas que entrasen o saliesen sin permiso.
En la memoria de muchos está el llamado Portillo, pequeño barrio situado en las cercanías a San Pelayo, doonde se encontraba otra de las siete puertas de entrada.
Si bien, dicha barriada del «El Portillo», era bien conocida por habituales conflictos y riñas entre vecinos. De este modo se hicieron merecedores de la frase: «Cuando no hay toros, hay novillos».
En un Libro de Acuerdos del 19 de Agosto de 1715, se dice:
«…asimismo en este Ayuntamiento se acordó que por cuanto el fruto de las viñas baja madurando y con motivo de haberse acabado de recoger los frutos del pan, se van al campo a coger entre las viñas y las maltratan en gran perjuicio de los demás vecinos y para su acuerdo dijeron que deberían de nombrar jurados según es costumbre en esta villa por sus parroquias para que asistan a las entradas de las puertas de la villa y que se encontrasen alguna persona con uvas den cuenta asimismo otro, Concejo. Para que castigue a las personas que hubieran dañado para su ejecución dijeron que nombraron por jurados a dos personas por cada una de las parroquias de San Martín, Santa María, San Pedro, San Juan, San Pelayo, San Miguel y Santa Eugenia.»
A las afueras de la muralla existe una calle llamada Barbacana. El nombre de la calle barbacana nos hace pensar que en ese lugar debió existir una pequeña fortificación que servía para defender la muralla y que se ubicaba en frente del Arco de Entrada.
¿Sabías que…?
El número siete estaba muy presente en Becerril; siete iglesias, siete barrios, siete puertas de la muralla, y es que en la religión el número siete es muy simbólico: siete los días de la creación, los días de la semana, los pecados capitales, las parábolas, las plagas, los colores del arcoíris, las notas musicales…