La plaza del Obispo Ibáñez, recientemente reformada, era conocida en su día como “plaza o corro de las carnicerías”, ya que en ella se encontraban las carnicerías, las tiendas de comestibles e incluso alguna bodega destinada exclusivamente a la venta de aceite. Al ser la plaza del comercio, aquí se celebraban las ferias de alimentos, y es que Becerril contaba con varias fábricas: de pan, de galletas, de purés, así como 31 telares que tejían para el pueblo y su comarca.
En esta placita podemos observar también la Fuente Nueva, que no se llama así porque esté recién construida, pues data del siglo XVI, del año 1594, sino porque sustituyó a otra que hubo anteriormente. Es obra de los maestros canteros Juan de Hermosa y Pedro de Cerezo, a los que les duró 80 días su construcción. Consta de un curioso pilón polilobulado y ocho caños divididos en dos alturas. Todo el conjunto está rodeado de pequeños elementos de piedra que aportan monumentalidad a la construcción.
Recibió este nuevo nombre en honor a un ilustre hijo de la villa, al franciscano Celestino Ibáñez Aparicio, que nació en Becerril de Campos 1873 y marchó a China en 1911 como vicario apostólico y después como obispo.
Otra curiosidad que llama mucho la atención en Becerril es la cantidad de bodegas que existen, prácticamente una en cada casa. La vendimia y fabricación de vino era algo habitual, y era una gran comodidad poder fabricarlo en las propias casas.
Este pueblo siempre ha cuidado sus aguas subterráneas, y es que llegó a haber veinte fuentes distribuidas por sus campos y sus calles.
Así, entre aguas subterráneas y bodegas, se podría decir que el suelo de Becerril de Campos no es exactamente el que pisamos, sino que está unos metros más abajo pudiéndose decir que existía un Becerril de arriba y un Becerril de abajo.